Arturo Neira, vocero del Movimiento por la Defensa del Medio Ambiente de Iquique, apuesta por energías renovables y movilización social
Por Roberto Mundaca
Fotos Arturo Neira
Las termoeléctricas a carbón son verdaderas fábricas de contaminantes, emitiendo cientos de toneladas de residuos tóxicos al mar y al aire todos los días. Cáncer, destrucción de ecosistemas y calentamiento global son algunos impactos de una actividad diseñada para beneficiar a la gran minería, en más de un 70% privada. Un ejemplo clásico de socialización de perjuicios y privatización de ganancias. Frente a esto, múltiples comunidades se han alzado en lucha, Punta de Choros y Chanabayita son algunas de ellas. Para conocer más de este conflicto, conversamos con el vocero del “Movimiento Social por la defensa del medio ambiente, el agua y los recursos naturales”, Arturo Neira.
Nos encontramos con Arturo Neira de paso por Santiago, cuando asistía invitado a la proyección del documental “Chao Pescao”, que relata la lucha de la comunidad pesquera de Punta de Choros contra la instalación de una termoeléctrica de la francesa Suez Energy. Este ingeniero en Acuicultura y dirigente social iquiqueño alerta sobre las consecuencias de estos proyectos energéticos y profundiza acerca de la participación social y la escasa efectividad que devela esta situación. Y como primer paso, ya tienen más de 70 mil firmas contra estas centrales.
“Iquiqueño neto y nato”, Neira cuenta que un día se fue a Francia y permaneció allí por tres años, para luego volver a Chile e iniciar un recorrido de retorno hacia la nortina ciudad. Todo bien, salvo la delicada situación que se vive ante la instalación de un importante número de proyectos termoeléctricos en nuestro país, que pone en jaque nuestra calidad de vida. Son cerca de 22 proyectos, la mayoría ubicados entre las regiones IV y XV (Arica y Parinacota), bajo la mirada de Neira, con un claro propósito: “Hoy, con todas las plantas generadoras de energía eléctrica, Chile quedaría con una sobre oferta, por lo tanto, la generación de la energía no está destinada a economizar, sino a satisfacer las demandas de la minería del cobre.”
La situación se explica – como muchas otras en Chile – por las demandas de los grandes capitales presentes en nuestro país: “las empresas mineras tienen el cuello de botella con la disponibilidad de agua, sobre todo en el norte – que es la región minera – entonces, al no tener agua, necesitan desalinizar el agua del mar y para eso necesitan energía eléctrica de bajo costo, la que solamente pueden generar a partir de carbón y un residuo de la destilación del petróleo”, explica.
Empresas como Río Seco S.A., Patache S.A., Aer Gener, Suez Energy, Norgener y Endesa están detrás de estos proyectos, profundizando el oligopolio en la generación de energía eléctrica. Se trata de compañías que obtienen créditos en el extranjero para poder instalarse y, de esa forma, potencian los ya sólidos consorcios que operan en nuestro país.
Como buenos mercenarios del capital, pasan dejando su huella de muerte, quedando al descubierto la permisiva legislación chilena en esta materia: “Cuando se está haciendo un llamado a nivel mundial, se celebran convenciones internacionales tendientes a rebajar la emisión de CO2 y de gases que producen el efecto invernadero, en lugar de reducir los niveles de emisión, Chile lo estaría promoviendo. En 20 años, quintuplicaría la emisión, eso significa que no hay ninguna seriedad respecto de firmar convenios internacionales para disminuir la emisión de gases invernadero”, sostiene Neira.
En Punta de Choros, existe una reserva marina llamada “Pingüinos de Humboldt”, un ejemplo de cómo la biodiversidad se ve amenazada por tres megaproyectos termoeléctricos. La amenaza consiste en que el proceso de este tipo de generación energética, toma el agua del mar y luego la devuelve entre 7 y 10 grados de temperatura más alto que en su estado natural, lo que provoca una especie de pequeños eventos del Niño en cada lugar donde estén instaladas las plantas.
Por su parte, los depósitos de las cenizas que resultan del proceso, por economía se instalan, generalmente, cerca del borde costero, lo que provoca el peligro de que gran parte del norte de Chile sea contaminado de manera irreversible si ocurriese un derramamiento de estos depósitos: “Las cenizas de carbón contienen elementos altamente tóxicos, como el vanadio y estroncio, que son componentes cancerígenos. Está comprobado en todo el mundo que son altamente peligrosos”, señala.
¿Y qué propone como fuente energética alternativa?
“Los españoles, que están a la cabeza del desarrollo de tecnología solar, dicen que no hay un lugar más privilegiado que el norte de Chile, donde la cantidad de iluminación o de radiación solar que existe lo convierte en una fuente poderosa de energía solar. Cerca de la costa tenemos también la generación de energía eólica, es decir, a través del viento. En el sur de Chile, quizás no se justifica que se construyan tremendas represas, por cuanto la diferencia de mareas que tenemos puede, perfectamente, potenciar un proyecto de gran envergadura para la generación de energía eléctrica a partir de los movimientos de marea. La tecnología de hoy permite tener alternativas en la generación de energía. Solamente que hay un problema de lo que es más económico para los grandes capitales. O sea, ellos se llevan las ganancias, pero el costo social lo pagamos nosotros”.
¿Y qué se está haciendo para evitar el avance de estos proyectos termoeléctricos?
“El tema ambiental dejó de ser de las elites. Hoy, el tema medio ambiental es una suerte de lucha social que desarrollan las comunidades por los impactos que les provocan, por la alteración de su calidad de vida, por su salud. Fíjate que Tocopilla tiene el más alto índice de enfermos de cáncer, producto de las termoeléctricas que han instalado ahí. Entonces, el tema medioambiental ha dejado de ser un tema de eruditos o un tema de ecologistas, sino que hoy día es un tema del ciudadano común, y en esa medida nosotros en Iquique logramos juntar cerca de 70 mil firmas y obligamos a que el municipio se comprometiera con una consulta, para preguntarle a la gente si estaba de acuerdo con que se instalara una termoeléctrica a carbón. 70 mil personas dijeron que no estaban de acuerdo. El municipio, para no entrar en contradicción con el modelo económico – porque ellos pertenecen a partidos que lo sustentan, como la UDI, RN y la misma Concertación – dijeron que esa consulta no era vinculante. Es decir, esa consulta era un ejercicio democrático, pero no condiciona ni obliga al municipio a tomar parte de ningún proceso que afecte la instalación de ese proyecto. Hay un proyecto que se instaló, que era la Termoeléctrica Pacífico, fue rechazado finalmente, y en abril volvió nuevamente a presentarse el mismo proyecto en la CONAMA. Nosotros estamos argumentando que esas 70 mil firmas están indicando que la gente no quiere las termoeléctricas y, por lo tanto, vamos a obligar al municipio, mediante la vía jurídica y también en la calle, a que tome partido y que diga si está con los intereses de los ciudadanos o está en contra de ellos”.
Fuera del municipio, ¿qué otra entidad o instancia podría acoger esta demanda ciudadana?
“Realmente, los espacios de acción que tenemos los ciudadanos son bastante restringidos. Esta condición ha hecho que se instalen en Chile proyectos que sería imposible instalarlos en otros países. Hoy día en Chile, si una empresa cumple con una normativa ambiental – que es bastante relajada y blanda -, y una fiscalización que es inoperante, es bien poco lo que podemos hacer. Si la ley lo permite, ellos se instalan nada más. Entonces, en definitiva, lo que hay que hacer acá, es que los ciudadanos obliguen a las autoridades a que tomen la voluntad política y hagan reformulaciones concretas a las leyes que hoy existen. Hoy día se requiere reformular la ley 19.300, se requiere hacer que las opiniones de los ciudadanos sean vinculantes, porque hoy la participación ciudadana se reduce simplemente a la consulta, pero no obliga a las empresas a mejorar o modificar su proyecto, aun cuando hay una mayoría de ciudadanos que lo está pidiendo. En esta medida, los instrumentos que nosotros tenemos para cambiar las situaciones que nos implican los proyectos de alto impacto ambiental, es bien reducido. Lo que queda demostrado después de todos estos años de lucha ambiental, es que son las organizaciones sociales de base las que obligan a las autoridades a tomar cartas en el asunto. A que cada uno de los proyectos, en último caso, les signifique un costo político a los gobiernos que permiten esta situación. La derrota electoral de la Concertación también es parte de esto, es la demostración ciudadana que dice que no está de acuerdo con un modelo económico, social y político que lo obliga a soportar las consecuencias de la acumulación de capital por parte de una minoría”.
La importancia de la movilización social
Usted es dirigente de un movimiento social en contra de la instalación de las termoeléctricas. ¿De qué forma están organizados para llevar adelante sus exigencias?
“Nosotros desarrollamos una coordinación, logramos conformar un gran bloque en contra de las termoeléctricas. Logramos hacer la consulta, durante tres meses tuvimos convocatoria en la calle, repartimos trípticos y material informativo, logramos movilizar a hartos estudiantes, hicimos una marcha con más de 3.000 personas en la calle, que no se veía hace mucho en Iquique. El asunto es que se formó esta suerte de movimiento. Como estábamos en período eleccionario y teníamos 70 mil firmas en contra, obviamente la Concertación no se podía jugar el pellejo, así que dijeron “busquémosle las cinco patas al gato para parar este proyecto”. Los tipos de la termoeléctrica tenían, originalmente, instalado en su proyecto el ducto que iba a lanzar las aguas calientes al mar, en un sector de muy poca profundidad, entendieron que el impacto iba a ser muy grande y pensaron que iban a tener problemas. Lo cambiaron después 50 metros más adentro porque según el nivel de profundidad, el grado de disipación del agua es menor o mayor, dependiendo del perfil que tenga la costa. Los de la Concertación se quedaron calladitos, pero el día de la votación les dijeron que el proyecto se rechazaba porque habían modificado el proyecto original. Los tipos de la empresa estaban espantadísimos, porque eso significaba que se chuteaba el asunto y se paraba por varios meses”.
Y ellos también sabían que el tema iba por otro lado…
“Claro, los ejecutivos de la empresa le dijeron en su cara al Intendente que por una situación específica y coyuntural los rechazaban en ese momento, porque había proyectos del mismo tipo y prácticamente con las mismas modificaciones, que habían sido aceptados. Entonces, a nosotros nos queda claro que lo que estaba en juego era otra cosa. El proyecto se paró y mucha gente se fue para la casa. Nosotros dijimos “no pues compadre, cómo nos vamos a ir pa la casa si tenemos el problema del agua, de la pesca, etc”. Entonces, de lo que era el “Movimiento contra las termoeléctricas”, un grupo importante de dirigentes fuimos y constituimos el “Movimiento Social por la defensa del medioambiente, el agua y los recursos naturales”, que es del cual soy vocero ahora. Ahora la gente se está reactivando por el asunto de las termoeléctricas, pero nosotros estamos activos. Llegando a Iquique, nos vamos a reunir para discutir las estrategias. Una de ellas es tomar el capital de las 70 mil firmas y empezar a trabajar con eso e ir al consejo municipal, para que tome cartas en el asunto.
También estamos promoviendo la coordinación nacional con los grupos sociales de todo Chile que tienen problemas con la agenda pública. Queremos levantar una propuesta desde las organizaciones de base, porque eso somos, no somos ONG, ni nada por el estilo. Entonces la idea es formar una coordinación nacional desde Arica hasta la organización más austral que haya, con ellos juntarnos y diseñar una propuesta para el Gobierno, y decirles por qué no estamos de acuerdo con las termoeléctricas, cuáles son los costos que significa para los ciudadanos su instalación y qué es lo que proponemos. Y organizarnos con jornadas nacionales de acción en contra de las termoeléctricas. Queremos que nuestra expresión no sea solamente tecnicista, cientificista y que provenga desde las grandes ONG’s, sino que provenga desde las bases. O sea, los ciudadanos comunes y corrientes tenemos algo que decir, y tenemos que hacernos escuchar. Es importante que existan las ONG’s, pero que no se transformen en intermediarios entre el gobierno y nosotros, porque no somos cabros chicos, el movimiento social también tiene opinión y lo que queremos es ser interlocutores válidos”.