Señor director:
Si estuvieran operando a alguien de mi familia y se cortara la electricidad mi indignación sería extrema. Pediría explicaciones, consideraría irresponsables a quienes -amparándose en la legislación- me dieran respuestas incompletas y los consideraría cómplices de cualquier perjuicio que pudiera haber sufrido el paciente.
Es increíble que el gobierno no se pronuncie frente a una campaña de terror como la que ha levantado HidroAysén, que tiene justamente estas características.
Nos dice que si Chile no produce energía, simplemente no podrá asumir los desafíos que se ha impuesto, y que se nos va a "cortar la luz", sugiriendo que, salvo por ese proyecto, no tenemos otras alternativas disponibles; que el desarrollo depende de privados, puesto que la política energética no ofrece nuevas soluciones.
Es decir, que, de fondo, HidroAysén es necesario simplemente porque Chile como país no tiene otras formas de generar energía.
El mismo Presidente de la República ha reconocido que el precio de la energía en Chile es altísimo, que el mercado de producción de energía está concentrado y que, por lo mismo, es poco competitivo. Más grave es, entonces, una campaña que nos dice en la cara que estamos obligados a permitir que esas situaciones perduren y que quienes tienen una opinión distinta están desinformados.
En efecto, cuando autoridades y ministros aparecen a favor de grandes proyectos, abonan el terreno para que campañas como éstas encuentren la vía despejada. Afectan la transparencia de las evaluaciones ambientales, la credibilidad de los proyectos de desarrollo del país y, finalmente, desprestigian su propia función pública. Las complicidades son graves y hay que saber reconocerlas.
Matías Asún
Director ejecutivo
Greenpeace en Chile
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